Colombia está fallando, este país tiene una falla mental colectiva. Y no en algo pequeño, no en un detalle menor. Está fallando en proteger lo más sagrado que tiene cualquier sociedad: Nuestros niños. Estamos viviendo una crisis que no se puede maquillar con discursos vacíos ni con cifras que esconden la verdadera magnitud del horror. Los niños están desapareciendo en cantidades alarmantes, y parece que a nadie le importa un carajo. Eso sí, el gobierno de turno se está gastando de a tres mil millones de pesos por concierto, para traer bandas por contrato para que pinten de anarquistas gritando por los niños que mueren en Palestina, todo bajo la batuta del deshonesto curador que estuvo casi eternamente en Rock al Parque, el mismo que vetó a un artista venezolano en el anterior gobierno pero en este lo trató de superestrella. Colombia está muy enferma. ¿Ustedes creen que en Palestina les interesa que en la Plaza de Bolívar o de Pereira lleven cinco bandas amigas del estado, parásitas desde hace años a gritar por ellos? ¿Por qué no les envían el dinero de cada concierto? Pero peor aún, son nuestros niños los que están desapareciendo a raíz de decenas al día, para ellos no hay concierto, para ellos no hay prensa, para ellos no hay nada. ¿Qué pasa?
Más de 70 niños desaparecidos solo en Transmilenio. Sí, leyeron bien. ¡Setenta niños han desaparecido en Bogotá, en el sistema de transporte público de Transmilenio, pero parece que el número podría ser aún mayor! Pero lo más escandaloso no es el número en sí, sino la apatía criminal de las autoridades y de la sociedad en general. Las redes sociales se llenan de anuncios buscando a hijos de muchas familias en todo el país, niños y niñas de todas las edades, en todos los departamentos y después cuando aparecen muertos si llega la indignación del pueblo hipócrita y las autoridades inoperantes. Esto ya no es una cuestión de incompetencia, es cómplice silencio. Porque, si no están buscando a esos niños, si no están moviendo cielo y tierra para encontrarlos, entonces ustedes son parte del problema, y no hablamos acá solamente de las autoridades, también de los ciudadanos.
¿Qué están haciendo? ¿Qué están haciendo los gobiernos locales, la policía, las entidades de protección? Nada. Ni siquiera mueven un dedo hasta que el cadáver de un niño aparece tirado en una zanja o flotando en un río. ¿Qué carajo están esperando? ¿Que haya una cantidad suficiente de cuerpos sin vida para finalmente actuar? ¿Que la tragedia sea tan inmensa que ya no puedan seguir ignorándola?
No son cifras. Son vidas.
Nos hemos acostumbrado tanto a las cifras y a la muerte en esto que llamamos “país”, que hemos perdido de vista lo que realmente significan. Cada uno de esos niños tiene una historia, una familia, una vida que ha sido arrancada sin misericordia. ¿Dónde están? ¿Quién los tiene? ¿Los están explotando sexualmente? ¿Los están usando como mercancía? ¿Los están matando? Esa es la realidad que no queremos mirar de frente, pero que está sucediendo ahora mismo, en nuestras narices. Cada día que pasa es un día más que esos niños viven en el infierno mientras nosotros seguimos con nuestra vida como si nada.
Hablemos claro: el tráfico de niños y la explotación infantil son industrias millonarias. Y no se mantienen funcionando sin la participación, directa o indirecta, de funcionarios corruptos, autoridades incompetentes y un sistema que permite que estos crímenes queden impunes. Estos niños no desaparecen por arte de magia. No es posible que miles de ellos se esfumen sin que nadie sepa nada. Hay redes operando, y hay personas que saben exactamente qué está pasando, es cierto que en cada sociedad, sobretodo en la nuestra viven psicópatas y aberrados, pero ellos no pueden estar desapareciendo cientos de niños.
¿Y qué hace el gobierno? Nada. Absolutamente nada. Mientras estos niños son vendidos, violados, asesinados, nuestras autoridades se sientan cómodamente en sus oficinas, emitiendo comunicados vacíos, repitiendo las mismas excusas de siempre. ¿Dónde están los operativos masivos? ¿Dónde están las investigaciones profundas y serias? No existen, porque no les importa.
Y ¿qué están haciendo los medios? Nada que valga la pena. Nos bombardean con estupideces. Con noticias sin relevancia que distraen a la gente de lo que realmente importa. ¿Cuántos de ustedes han visto las fotos de los niños desaparecidos? ¿Cuántos de ustedes han leído una investigación seria sobre este tema en los grandes periódicos o noticieros? No las hay. Sólo aparece en los medios cuando el caso es lo suficientemente morboso para captar audiencia, cuando el cuerpo de un niño sin vida hace que las redes estallen en indignación temporal como el reciente caso de la niña que apareció en un cañaduzal, violada y asesinada... Igual ya pasará y tendrán la nueva historia porque hoy acaba de aparecer otro de los que circulaban por redes en la misma forma. Estamos llenando un álbum de niños asesinados como si fuera el del mundial.
Los medios están fallando. Están haciendo lo mínimo y, en muchos casos, ni eso. No están denunciando con fuerza, no están exigiendo rendición de cuentas, no están haciendo su trabajo. Prefieren hablar de las tonterías de siempre, porque eso es lo que vende. Mientras tanto, los padres de esos niños siguen esperando respuestas que nunca llegan en un país en donde tener armas y defenderse es pecado, en un país en donde quien roba un caldo de pollo para comer es sentenciado pero los asesinos como el de la niña son liberados, recuerden que ya tenía denuncias y procesos, pareciera que la justicia en Colombia es para el mejor postor, la fiscalía solo pone atención a los casos mediáticos o cuando insultan a la vicepresidenta pero archiva los casos de los ciudadanos.
¿Dónde está la rabia?
¿Por qué no hay rabia? ¿Por qué no hay un levantamiento de voces exigiendo justicia? ¿Por qué la sociedad colombiana ha llegado a un punto en el que la desaparición de sus niños no es suficiente para provocar un estallido de indignación? Nos hemos acostumbrado al horror. Nos hemos insensibilizado a la violencia. Nos han hecho creer que esto es normal, pero no lo es. La desaparición masiva de niños es una de las cosas más horribles que pueden suceder en una sociedad, y si no estamos dispuestos a pelear por ellos, entonces no somos nada, somos un pueblo que está asustado porque no tenemos como defendernos y si nos defendemos, somos castigados por hacerlo, es la naturaleza de esta tierra en la que parece que los discursos llenos de mentiras como “El país de la belleza”, “La potencia mundial de la vida” o “El riego es que te quedes” se lo han creido todos.
Este no es un llamado diplomático. No es una petición amable. Es un grito de desesperación. ¡Despierten! El gobierno, los medios, la sociedad: todos tienen las manos manchadas de sangre si no hacen nada. Los niños están siendo robados, y no hay excusas. Si no estamos buscando a esos niños, somos parte del problema. Si no están exigiendo que los busquen, son cómplices.
Esto tiene que parar. Y tiene que parar ahora. Porque si no protegemos a nuestros niños, ¿qué clase de sociedad somos? Suficiente tenemos con las masacres y asesinatos diarios en ciudades y campos de nuestros jóvenes y adultos como para omitir lo que pasa a los niños. ¿Cuándo va a parar? Cuando no quede nadie en este país más que los ladrones, asesinos, violadores, torcidos y corruptos. La gloria inmarcesible en donde la horrible noche nunca ha cesado, sino que se hace cada vez más oscura.
@felipeszarruk
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