La percepción de gratuidad y la percepción de “rosca” han sido dos de los daños más grandes que el festival le ha causado a la escena del rock nacional que de por sí está librando una batalla para sobreponerse a la muerte de la industria del disco, a la poca demanda del público por el género y al veto constante en los medios masivos de comunicación.
El festival que fue creado con la firme intención de ser una plataforma para los artistas locales desvió sus metas y se convirtió en una poesía al nepotismo y la falta de visión para enterrar sus raíces en un círculo vicioso del que jamás pudo salir. El festival ya se gastó, ya no cumple con sus expectativas y objetivos y es hora de que desaparezca para darle espacio y recursos a nuevas ideas que no estén tan manchadas en su honor como esta iniciativa.
Los procesos no han sido transparentes y claramente se ha beneficiado a varias bandas, instituciones y empresas que vienen viviendo de Rock al Parque y de Idartes desde hace varios años y tal vez el pecado más grande de este ente del distrito sea precisamente el de hacerse el de la vista ciega a todo lo que ha sucedido y negar que hayan cometido algún error, cerrarle las puertas al debate y vetar a todo el que tenga algo que decir en contra de ellos.
Algunas personas y empresas muy inteligentes, se dieron cuenta de cómo funciona el instituto y gracias a los dineros que el distrito le da al festival han logrado hacerse a empresas privadas que se agencian como “contratistas” del festival y amasan pequeñas fortunas con trabajos irrisorios.
Para generar una industria en el campo que sea hay que fomentarla, hay que crear públicos, hay que generar una demanda, pero el rock en Colombia se ha vuelto incómodo para la mayoría de colombianos que lo convirtieron en la última opción de entretenimiento, la mayoría de las personas que escucha el rock no va a concierto, el género dejó de ser popular para convertirse en una elite de la nostalgia y en una cita anual de tres días gratis para que los que no pueden costear una de las boletas con precios absurdos para ir a conciertos en el país vayan a disfrutar de las bandas internacionales que nos visitan e igualmente dejen a las nacionales solas. 2013 y 2105 han sido un completo fracaso, enmarcando la edición de 2013 como el epitome de lo absurdo.
Para ese año, el mismo en el que Living Colour y Alfonso Espriella junto a Totó La Momposina tocaron para una plaza vacía, se dieron situaciones que rayaron en lo absurdo. El festival no ha estado alejado de polémicas en cada una de sus ediciones a los productores de turno alegan ser “rabietas” de los que no pasan en la convocatoria y en la que sus mentes igual que las oportunidades se cierran para creer que lo que ellos disponen es una verdad absoluta. Como en 2012 cuando 83 bandas quedaron descalificadas por llenar mal los formularios. ¿83 bandas son estúpidas? O es que en realidad algo sucedía con los formularios cada año más engorrosos de completar. La respuesta del instituto obviamente fue que las equivocadas eran las bandas. Dádivas a medios de comunicación que jamás apoyan el rock nacional y malos manejos en la producción por el general desconocimiento de la escena del rock colombiano son un factor común año tras año.
No siempre fue así, el festival pasó de ser un sueño para todo rockero nacional a deteriorarse poco a poco por la incapacidad de sus coordinadores y la avaricia y codicia de los involucrados. Uno un tiempo en que Rock al Parque era tal vez el emprendiemiento más importante a nivel latinoamericano para la escena del rock, pero eso fue hace muchos años ya.
Agrupaciones que han tocado 8, 9 y 10 veces, puestos importantes nombrados al dedillo, baja calidad musical, sonidos bastante alejados del rock, negociaciones internas para invitar bandas de amigos que vienen del exterior, negociaciones con empresas privadas para quedarse con los contratos, nepotismo, viajes al exterior de delegaciones de 52 personas, contratos millonarios a personas que han renunciado a Idartes, ganadores de convocatorias que han sido trabajadores de Idartes y un sinfín de actos deshonestos que puede que dentro del marco legal de este país no sean un delito, pero que dentro de la honestidad y la moral dejan mucho que desear han sido el pan de cada año en Rock al Parque. El dicho es “Son amigos dela causa del rock hasta que trabajan con el distrito”, muchos músicos comienzan a defender el festival una vez les dan un contrato allá adentro. La verdad todo se reduce banalmente a eso, dinero, los gestores y músicos son comprados. Es seguro que muchas personas del mundo de la política que apoya Rock al Parque no tiene ni idea de todo lo que sucede ahí adentro sencillamente porque no conocen ni les importa el festival, solo saben que es una política del distrito que debe estar ahí porque ha sido declarada patrimonio cultural de Bogotá ¿Por quién? Seguramente por lo que necesitan almorzar con eso.
Rock al Parque hace años dejó de ser una plataforma para el rock nacional, el público no llega a ver a las bandas locales sino a las internacionales, es después de las seis de la tarde que los escenarios comienzan a llenarse en forma, mucha gente ha querido dar ideas, opiniones pero jamás los han dejado y la poca transparencia en los procesos de selección de las bandas, las calificaciones desatinadas, los mismos invitados de siempre y pagos de hasta 100 millones de pesos para que algunos artistas locales que ya han tocado hasta seis veces toquen de nuevo hacen pensar que lo que existe en el festival es una danza de los millones que se reparten entre unos pocos y nada más.
Mientras tanto el público se aburre cada día más, pero no se confundan, el festival siempre estará lleno porque es gratis, porque eso le enseñaron a los rockeros, en Colombia los festivales de rock son gratis. Mientras Rock en Rio, Wacken, Ozz Fest, Lollapalooza y todos en el mundo, le explican al público que los músicos venden su show y que deben comer de lo que hacen. Este concepto en el país se perdió y ahora tenemos a toda una generación de rockeros mendigos que creen que se les debe pagar por existir, que no quieren invertir ni un centavo en sus bandas porque todo les parece robo y que es “pagar por tocar” y que gracias a esa gratuidad que enseñó Rock al Parque destruyó el rock como una industria. Vaya y dígale a un grupo de vallenato que toque gratis en su fiesta o a unos mariachis, es más eso nadie lo piensa, la gente sabe que si quiere mariachis o vallenato va a tener que pagar y mucho. Mire cuanto invierten los artistas de Reguetón en sus carreras, son millones, ellos saben que eso se devuelve. Estamos hablando acá del negocio, del dinero, de vivir de lo que se hace. El Rock no tiene eso, rock al parque ha sido uno de los agentes que más lo enseñó así, pan y circo ya que la polémica siempre ha sido parte de eso, la polémica se ha quedado siempre ahí porque en realidad no hay marco legal para desmantelar lo que sucede.
Juntos, el festival, la imposibilidad que da el país para crear nuevos empresarios de las artes con los impuestos, con la existencia del monopolio legal amparado por el estado llamado Sayco, con la sobreexposición del reguetón y el vallenato en el mercado y los medios de comunicación. Le han quitado la oportunidad al maravilloso rock que hacemos en esta patria de salir adelante como una empresa, como una industria. Lo más irónico es que el Rock es el género que más ha triunfado en el exterior, el que más trofeos, premios y alegrías nos ha dado y es ahí, solo ahí cuando en este país de avivatos y patriotas se acuerda de que el género existe, solo para tener otra excusa de decir, Colombia triunfó cuando para llegar hasta allá, ni los voltearon a mirar.
Hay que replantear y acabar con Rock al Parque para que se abran nuevos espacios para los miles de rockeros de la ciudad y del país, para que el público vuelva a descubrir el rock y para acabar de una vez con la alcahuetería de esa rosca maluca que aunque nieguen, hay cientos y cientos de pruebas de las cuales no se pueden librar y que ya tuvo muchos años para que ahorraran para sus neveras.
La verdad es que entre tanta oferta que hay en el mundo hoy para que los músicos independientes construyan sus empresas y sus carreras, Rock al Parque queda corto y mientras el estado sea el que siga acaparando y manipulando las oportunidades para obtener becas, ayudas y oportunidades de circulación en ferias y festivales internacionales. Colombia no va a ser más que “una curiosidad” en el mundo del rock ya que lo que las instituciones están exportando es exclusivamente las propuestas híbridas tropicalizadas (No es que sean malas es que no dan espacio a más) que sus empresas amigas nos están tratando de meter por los ojos desde hace años pero que por más que quieran no pueden funcionar sencillamente porque el rock no funciona así.
El festival que fue creado con la firme intención de ser una plataforma para los artistas locales desvió sus metas y se convirtió en una poesía al nepotismo y la falta de visión para enterrar sus raíces en un círculo vicioso del que jamás pudo salir. El festival ya se gastó, ya no cumple con sus expectativas y objetivos y es hora de que desaparezca para darle espacio y recursos a nuevas ideas que no estén tan manchadas en su honor como esta iniciativa.
Los procesos no han sido transparentes y claramente se ha beneficiado a varias bandas, instituciones y empresas que vienen viviendo de Rock al Parque y de Idartes desde hace varios años y tal vez el pecado más grande de este ente del distrito sea precisamente el de hacerse el de la vista ciega a todo lo que ha sucedido y negar que hayan cometido algún error, cerrarle las puertas al debate y vetar a todo el que tenga algo que decir en contra de ellos.
Algunas personas y empresas muy inteligentes, se dieron cuenta de cómo funciona el instituto y gracias a los dineros que el distrito le da al festival han logrado hacerse a empresas privadas que se agencian como “contratistas” del festival y amasan pequeñas fortunas con trabajos irrisorios.
Para generar una industria en el campo que sea hay que fomentarla, hay que crear públicos, hay que generar una demanda, pero el rock en Colombia se ha vuelto incómodo para la mayoría de colombianos que lo convirtieron en la última opción de entretenimiento, la mayoría de las personas que escucha el rock no va a concierto, el género dejó de ser popular para convertirse en una elite de la nostalgia y en una cita anual de tres días gratis para que los que no pueden costear una de las boletas con precios absurdos para ir a conciertos en el país vayan a disfrutar de las bandas internacionales que nos visitan e igualmente dejen a las nacionales solas. 2013 y 2105 han sido un completo fracaso, enmarcando la edición de 2013 como el epitome de lo absurdo.
Para ese año, el mismo en el que Living Colour y Alfonso Espriella junto a Totó La Momposina tocaron para una plaza vacía, se dieron situaciones que rayaron en lo absurdo. El festival no ha estado alejado de polémicas en cada una de sus ediciones a los productores de turno alegan ser “rabietas” de los que no pasan en la convocatoria y en la que sus mentes igual que las oportunidades se cierran para creer que lo que ellos disponen es una verdad absoluta. Como en 2012 cuando 83 bandas quedaron descalificadas por llenar mal los formularios. ¿83 bandas son estúpidas? O es que en realidad algo sucedía con los formularios cada año más engorrosos de completar. La respuesta del instituto obviamente fue que las equivocadas eran las bandas. Dádivas a medios de comunicación que jamás apoyan el rock nacional y malos manejos en la producción por el general desconocimiento de la escena del rock colombiano son un factor común año tras año.
No siempre fue así, el festival pasó de ser un sueño para todo rockero nacional a deteriorarse poco a poco por la incapacidad de sus coordinadores y la avaricia y codicia de los involucrados. Uno un tiempo en que Rock al Parque era tal vez el emprendiemiento más importante a nivel latinoamericano para la escena del rock, pero eso fue hace muchos años ya.
Agrupaciones que han tocado 8, 9 y 10 veces, puestos importantes nombrados al dedillo, baja calidad musical, sonidos bastante alejados del rock, negociaciones internas para invitar bandas de amigos que vienen del exterior, negociaciones con empresas privadas para quedarse con los contratos, nepotismo, viajes al exterior de delegaciones de 52 personas, contratos millonarios a personas que han renunciado a Idartes, ganadores de convocatorias que han sido trabajadores de Idartes y un sinfín de actos deshonestos que puede que dentro del marco legal de este país no sean un delito, pero que dentro de la honestidad y la moral dejan mucho que desear han sido el pan de cada año en Rock al Parque. El dicho es “Son amigos dela causa del rock hasta que trabajan con el distrito”, muchos músicos comienzan a defender el festival una vez les dan un contrato allá adentro. La verdad todo se reduce banalmente a eso, dinero, los gestores y músicos son comprados. Es seguro que muchas personas del mundo de la política que apoya Rock al Parque no tiene ni idea de todo lo que sucede ahí adentro sencillamente porque no conocen ni les importa el festival, solo saben que es una política del distrito que debe estar ahí porque ha sido declarada patrimonio cultural de Bogotá ¿Por quién? Seguramente por lo que necesitan almorzar con eso.
Rock al Parque hace años dejó de ser una plataforma para el rock nacional, el público no llega a ver a las bandas locales sino a las internacionales, es después de las seis de la tarde que los escenarios comienzan a llenarse en forma, mucha gente ha querido dar ideas, opiniones pero jamás los han dejado y la poca transparencia en los procesos de selección de las bandas, las calificaciones desatinadas, los mismos invitados de siempre y pagos de hasta 100 millones de pesos para que algunos artistas locales que ya han tocado hasta seis veces toquen de nuevo hacen pensar que lo que existe en el festival es una danza de los millones que se reparten entre unos pocos y nada más.
Mientras tanto el público se aburre cada día más, pero no se confundan, el festival siempre estará lleno porque es gratis, porque eso le enseñaron a los rockeros, en Colombia los festivales de rock son gratis. Mientras Rock en Rio, Wacken, Ozz Fest, Lollapalooza y todos en el mundo, le explican al público que los músicos venden su show y que deben comer de lo que hacen. Este concepto en el país se perdió y ahora tenemos a toda una generación de rockeros mendigos que creen que se les debe pagar por existir, que no quieren invertir ni un centavo en sus bandas porque todo les parece robo y que es “pagar por tocar” y que gracias a esa gratuidad que enseñó Rock al Parque destruyó el rock como una industria. Vaya y dígale a un grupo de vallenato que toque gratis en su fiesta o a unos mariachis, es más eso nadie lo piensa, la gente sabe que si quiere mariachis o vallenato va a tener que pagar y mucho. Mire cuanto invierten los artistas de Reguetón en sus carreras, son millones, ellos saben que eso se devuelve. Estamos hablando acá del negocio, del dinero, de vivir de lo que se hace. El Rock no tiene eso, rock al parque ha sido uno de los agentes que más lo enseñó así, pan y circo ya que la polémica siempre ha sido parte de eso, la polémica se ha quedado siempre ahí porque en realidad no hay marco legal para desmantelar lo que sucede.
Juntos, el festival, la imposibilidad que da el país para crear nuevos empresarios de las artes con los impuestos, con la existencia del monopolio legal amparado por el estado llamado Sayco, con la sobreexposición del reguetón y el vallenato en el mercado y los medios de comunicación. Le han quitado la oportunidad al maravilloso rock que hacemos en esta patria de salir adelante como una empresa, como una industria. Lo más irónico es que el Rock es el género que más ha triunfado en el exterior, el que más trofeos, premios y alegrías nos ha dado y es ahí, solo ahí cuando en este país de avivatos y patriotas se acuerda de que el género existe, solo para tener otra excusa de decir, Colombia triunfó cuando para llegar hasta allá, ni los voltearon a mirar.
Hay que replantear y acabar con Rock al Parque para que se abran nuevos espacios para los miles de rockeros de la ciudad y del país, para que el público vuelva a descubrir el rock y para acabar de una vez con la alcahuetería de esa rosca maluca que aunque nieguen, hay cientos y cientos de pruebas de las cuales no se pueden librar y que ya tuvo muchos años para que ahorraran para sus neveras.
La verdad es que entre tanta oferta que hay en el mundo hoy para que los músicos independientes construyan sus empresas y sus carreras, Rock al Parque queda corto y mientras el estado sea el que siga acaparando y manipulando las oportunidades para obtener becas, ayudas y oportunidades de circulación en ferias y festivales internacionales. Colombia no va a ser más que “una curiosidad” en el mundo del rock ya que lo que las instituciones están exportando es exclusivamente las propuestas híbridas tropicalizadas (No es que sean malas es que no dan espacio a más) que sus empresas amigas nos están tratando de meter por los ojos desde hace años pero que por más que quieran no pueden funcionar sencillamente porque el rock no funciona así.